El impacto fisiológico de la depresión en las madres embarazadas puede afectar a los bebés mientras están en el útero, y conducir a cambios en el comportamiento y la biología de los recién nacidos, según una nueva investigación de la Universidad King’s College de Londres (Reino Unido).
En un estudio con 106 mujeres, publicado en la revista ‘Psychoneuroendocrinology’, los bebés nacidos de madres que estaban deprimidas durante el embarazo mostraron un comportamiento alterado poco después del nacimiento en comparación con los bebés de madres sanas. Los bebés nacidos de madres con depresión también mostraron cambios biológicos en respuesta al estrés al año de edad.
Los investigadores descubrieron que estos cambios conductuales y biológicos están relacionados con la inflamación producto la depresión, y sugieren que esto podría aportar una explicación de por qué los niños nacidos de madres con depresión tienen un mayor riesgo de depresión en la edad adulta.
Tras reclutar a mujeres con 25 semanas de embarazo (49 mujeres con trastorno depresivo mayor y 57 mujeres sanas), los científicos las estudiaron a ellas y a sus bebés hasta un año después del nacimiento. Tomaron sangre de cada mujer a las 27 semanas de embarazo para medir la inflamación y evaluar si la depresión pone al cuerpo de las madres bajo presión similar a una infección. Además, se tomaron muestras de saliva a las 32 semanas de embarazo y se midieron los niveles de cortisol, la principal hormona del estrés.
Las muestras de sangre de las mujeres con depresión mostraron un aumento de la inflamación, y las de saliva apuntaron a un aumento en los niveles de cortisol tanto por la noche como al despertarse. Estas mujeres, además, también dieron a luz en un promedio de ocho días antes que el grupo de control, a las 39,2 semanas, en lugar de las 40,4 semanas.
También se evaluó las habilidades de los recién nacidos a los seis días de edad, utilizando la Escala para la evaluación del comportamiento neonatal o Escala Brazelton (NBAS, por sus siglas en inglés), con el objetivo de observar el estado de alerta y la respuesta a estímulos como el ruido y la luz. Con menos de una semana de vida, los bebés recién nacidos de madres con depresión durante el embarazo tuvieron rendimientos inferiores a los del grupo de control.
Además, a los bebés se les midió el cortisol en la saliva durante sus inmunizaciones de rutina a los dos meses y un año. Dado que todos los bebés son vacunados a la misma edad, los investigadores utilizaron esta oportunidad para examinar las respuestas de los bebés al estrés de la inmunización. En un año, los bebés cuyas madres habían experimentado depresión durante el embarazo tenían una mayor respuesta de cortisol después de la vacunación, lo que indica que eran más reactivos al estrés.
«Ya sabíamos que los niños nacidos de madres que estaban deprimidas durante el embarazo corren más riesgo de desarrollar depresión cuando llegar a la edad adulta, y este estudio identifica un mecanismo biológico importante que podría explicar este efecto. Curiosamente, los cambios conductuales y biológicos en el bebé no se deben a la depresión postnatal de las madres, sino únicamente a la depresión en el embarazo, lo que destaca la importancia del entorno intrauterino», destaca Carmine M. Pariante, autora principal del informe y profesora de Psiquiatría Biológica en el Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King’s College de Londres.
En última instancia, los investigadores reconocen que «existen limitaciones» para esta investigación ya que se realizó un «pequeño» estudio de muestra. Por este hecho, plantean la replicación del estudio en una muestra más grande.