El documental ‘Siempre fuerte’ retrata la lucha del vecino de Marbella contra la leucemia a través de testimonios de sus amigos y familiares
Pablo, Pablo, Pablo. Pablo Ráez. Siempre Pablo, siempre fuerte. Pablo, Pablo, Pablo. Siempre inquieto, siempre guerrero, siempre inconformista, siempre rebelde. Siempre Pablo, siempre fuerte. La vida se le torció cuando apenas tenía dieciocho años: en marzo de 2015, y tras una prueba previa a una operación para curarse una lesión en la rodilla sin más transcendencia, el médico le entregó en mano un diagnóstico de esos que siempre parece que les afectan a los demás y nunca a uno. Leucemia, cáncer en la sangre, ingreso inmediato en el hospital sin fecha de vuelta a casa, pronóstico más que incierto. Ahí empezó el calvario de este joven marbellí. Dos años después la enfermedad le ganó la partida. Pero él venció: murió con veinte años, cierto es, con toda la vida por delante, si bien con su marcha sembró la esperanza de punta a punta de Andalucía, de España.
«No hay que tener miedo a la muerte, solo aprender a reconocerla y saber vivir mientras estemos sobre la tierra», decía él a través de las redes sociales y en uno de los mensajes que lanzaba desde su habitación del Hospital Regional de Málaga, que fue su casa durante meses, y que se convirtieron en virales, tanto que los propios responsables de la Organización Nacional de Trasplantes reconocen que nunca antes tuvieron un aliado más efectivo para concienciar a la población sobre la donación de médula ósea. En 2016, y cuando esperaba un segundo trasplante, consiguió que el número de donantes aumentara un 1.300 por ciento y que 11.200 personas ofrecieran una donación.
Entonces, en 2016, Pablo ya era plenamente consciente de que su cáncer podía ser letal. Lo cuenta con una delicadeza exquisita el documental ‘Siempre fuerte’, presentado en el Teatro Goya de Marbella (Málaga) y que está producido por Quinta Planta con la colaboración de TVE, la Diputación de Málaga, la Fundación Unicaja y la empresa malagueña Mayoral. «Esto es para vosotros: gracias a todos por venir a verlo con nosotros. Gracias siempre, Pablo. Siempre fuertes gracias a ti», dijo en el estreno Vladimir Ráez, tío de Pablo y codirector de la cinta, de setenta y cinco minutos de duración, junto a Miguel Ángel Hernández. El auditorio de Puerto Banús enmudeció con lágrimas con la proyección del trabajo audiovisual, que llegará al gran público a través de TVE en una emisión de la tercera semana del próximo mes de septiembre, coincidiendo con la celebración de la semana internacional de los donantes de médula.
«El mensaje que Pablo nos dejó fue un mensaje de amor y de generosidad: me siento orgulloso de que mi niño se convirtiera en un hombre capaz de hacer cosas tan bellas por los demás», declaró Paco Ráez, el padre del protagonista de la cinta, y que fue su primer donante de médula. «Gracias a vosotros, Paco, por todo lo que habéis hecho por la difusión de las donaciones», le alabó el consejero de Salud y Familias, Jesús Aguirre, al inicio del acto en Marbella, al que acudió acompañado por la alcaldesa de la localidad de la Costa del Sol, Ángeles Muñoz. «Por desgracia Pablo ya no está con nosotros pero nos ha dejado un gran regalo, como que el año pasado hubiera quinientos trasplantes de médula o que el volumen de voluntariado se dispare», afirmó el consejero. «Hay que donar médula, sangre u órganos porque es dar vida a los demás», recalcó haciendo suyo el #retounmillón que puso en marcha el joven marbellí.
Si la leucemia le quitó la vida, no pudo con su sonrisa. Lo recuerdan quienes lo conocían desde siempre: su profesor del colegio de cuando era niño; el cura con el que estrechó lazos al bautizarse, hacer la comunión y confirmarse cuando ya era adolescente y todo en el mismo momento; el agente de la Policía Nacional que en sus ratos libres se disfraza de superhéroe para visitar a los niños con males oncológicos ingresados en los hospitales de Andalucía; sus compañeros de yoga o de ‘crossfit’; el entrenador del Unicaja; el actor Dani Rovira, que se emociona en la gran pantalla al recordar su primera charla con Pablo; el periodista José Ramón de la Morena; su novia Andrea, con quien vivió una historia de amor eterna en los diez meses en los que parecía que había superado la enfermedad.
Y lo recuerda Paco, su padre, el bombero de toda la vida a quien el chico quiso parecerse desde siempre, por su carácter afable, por su bonhomía, por su forma de mirar al porvenir sin miedo, con alegría. Con esperanza. «Los meses más bonitos de mi vida fueron justamente los últimos de la vida de Pablo. Sabíamos que el final estaba cerca. Nos pasábamos las tardes charlando en familia en el salón de casa. Tranquilos. En paz. Nos estábamos despidiendo poco a poco. Esto era el paraíso», dice Paco en el documental, que tiene por hilo argumental la elaboración de un mural gigante en la fachada de un edificio de Marbella. Allí aparece inmortalizado el chico inquieto, travieso, tenaz que con su teléfono portátil conmovió y movilizó a toda la sociedad. «Unos días antes de que le dijeran que tenía leucemia estuvimos charlando en el piso que compartíamos: me dijo que él quería hacer cosas grandes en la vida, ser recordado por algo importante. Y vaya si lo consiguió…», relata uno de sus amigos íntimos en el documental que tributa a un tipo inclasificable, a un superhéroe de andar por casa. Que retrata a Pablo, al chico del millón de donaciones de médulas óseas, al chaval siempre fuerte. Al que nunca se rindió. Porque rendirse nunca es una opción. Pablo nunca lo hizo. Por eso venció. Por eso es inmortal. Pablo, Pablo, Pablo. Pablo Ráez para siempre. Para siempre fuerte.