El vicedecano de la Calidad e Innovación de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense y director científico del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, Rafael Bañares Cañizares, ha asegurado que en el futuro se podrán generar hígados con impresoras 3D.
«No existen hoy sistemas artificiales de soporte hepático, como es la diálisis en el campo renal, y está será una estrategia que se desarrollará en el futuro. Ayer, en nuestro centro se trató al segundo paciente hepático de Europa con un soporte hepático artificial basado en un aclaramiento de albúmina», ha dicho el experto durante la sesión ‘Trasplante orgánico’, organizada por la Real Academia de Doctores de España (RADE).
En el futuro, prosigue Bañares, habrá que prevenir la cirrosis, especialmente por depósito de grasa, que es una enfermedad de sociedades opulentas, y el hepatocarcinoma. A su juicio, va a ser «importante» optimizar la valoración de los hígados que se donan, que actualmente se rechazan in situ de forma muy poco rigurosa, con una valoración superficial por biopsia.
«Probablemente, los sistema de preservación ex vivo permitirán mantener estos hígados y evaluarlos a través de sistemas de perfusión monitorizados, que nos permitirán poner el hígado en una máquina para ver cómo se comporta en un sistema de perfusión normotécnica, valorar su idoneidad, analizarlo adecuadamente, biopsiarlo con tiempo e implantarlo con seguridad veinticuatro o treinta y seis horas después. Esta estrategia permitirá hacer un 30 o un 40 por ciento más de trasplantes de hígado», ha añadido.
Respecto al trasplante, el doctor ha comentado que es adecuado para cualquier enfermedad hepática aguda o crónica, el fracaso hepático fulminante o la enfermedad relacionada con la cirrosis y que, incluso, puede ser «oportuno» en enfermedades de base metabólica hepática con manifestación extrahepática y está indicado en complicaciones extrahepáticas.
«Cualquier paciente con enfermedad hepática terminal cuya supervivencia esté por debajo del 50 por ciento a los cinco años puede tener indicación de trasplante», ha apostillado, para recalcar que el proceso de evaluación del paciente apto para el trasplante comienza por caracterizar rigurosamente su enfermedad para anticipar posibles riesgos.
En concreto, hay que evaluar el peligro anestésico del enfermo, su función cardiaca y los análisis hepáticos y generales, detectar posibles neoplasias ocultas, hacer un estudio odontológico para evitar infecciones, evaluar la psicológica del paciente, su soporte social y su estado nutricional.
«Es un proceso muy laborioso, por eso el trasplante dinamiza la actividad del hospital dado el carácter multidisciplinar del proceso. Si tienen que ir a un hospital por cualquier causa, les recomiendo un hospital trasplantador, por su capacidad técnica y coherencia de los equipos implicados», ha añadido Bañares.
Y es que, hasta un 10 por ciento de los pacientes en lista de espera no alcanza el trasplante por fallecimiento o por alguna dificultad que obliga a sacarlos de la lista, si bien en los pacientes menos graves el riesgo de morir con el trasplante supera su beneficio.
Por el contrario, ha apuntado el especialista, a partir de un determinado umbral de gravedad, el riesgo asociado al trasplante se supera por el beneficio del procedimiento. «En nuestro centro, al año de considerar un candidato a trasplante hepático, la supervivencia es del 81 por ciento, un indicador muy adecuado», ha argumentado.
Dicho esto, ha aseverado que la posibilidad de morir en la mesa de operaciones o de tener complicaciones intraoperatorias que condicionen la vida son extremadamente bajas, y el riesgo de infecciones ha descendido. La causa más importante de mortalidad, que años atrás era la recurrencia de la hepatitis C, ha «desaparecido» con el tratamiento antiviral de esta enfermedad.
«Los riesgos para el receptor de un hígado no terminan tras el trasplante, ni al mes, ni al año. Después hay que preocuparse de problemas cardiovasculares, que se incrementan; de problemas metabólicos, de insuficiencia renal, de tumores nuevos o de enfermedad ósea. Por eso, el hepatólogo ha de dominar, no solo la enfermedad hepática, sino también numerosas complicaciones que pueden aparecer», ha dicho.
EL HÍGADO, SEGUNDO ÓRGANO MÁS TRASPLANTADO
Por su parte, el exdirector de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), Rafael Matesanz, ha recordado que el trasplante hepático es el más complejo y requiere de la intervención de todo el hospital.
Además, ha comentado que un año de tratamiento en diálisis de un enfermo de riñón cuesta unos 50.000 euros en Europa occidental, con pequeñas diferencias entre países, más o menos lo mismo que el trasplante. Pero el segundo año y los sucesivos el coste cae notablemente y se empieza a ahorrar dinero, además de proporcionar mejor supervivencia y calidad de vida. España es el único país importante que tiene más enfermos trasplantados de riñón, más de tres mil, que en diálisis.
«Ahorramos más del doble de lo que cuesta todo el sistema. Un ejemplo de coste/eficacia, no solo para salvar vidas, sino para gastar los recursos», ha destacado, para negar que España sea la primera potencia en trasplante de órganos porque los españoles somos muy generosos.